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Bajé del auto y vi a Charlie riendo con Alice, estaban saliendo de mi casa.

—Bueno Alice, ya no te pierdas.—escuché a Charlie decir, sonriendo.

—No lo haré.—rió la hadita y se volteó a mi, —Ya estas cubierta para la batalla, le dije a tu padre que toda la familia se irá de campamento, entonces nos quedaremos en mi casa. De todos modos Charlie piensa irse a pescar.

—¿Charlie? Wow ¿Ahora son los mejores amigos? Eso si me sorprende, siempre pensé que Charlie era algo antisocial.—admití sonriendo un poco y tomando agua de la botella.

—Bueno, le gusto, de hecho tú y Edward tendrán la casa para ustedes.

Casi me ahogo cuando escuché a Alice decir eso, me limpié con la manga antes de responderle, —¿Solo nosotros?

—Iremos de cacería, preparación para la batalla. De nada.—me sonrió pícaramente.

—Hadita, no conocía ese lado.—me quedé confundida y me despedí de ella para luego entrar a mi casa.

—Hola.—saludó Charlie en la cocina, —¿Quieres comer algo?

—No, gracias.

—Bueno la hermana, me agrada.

—Alice, si, es muy linda.—sonreí, —Oye, una pregunta ¿Por qué no te volviste a casar después de René?

El pareció dudar antes de responder, —No lo sé, creo que no he conocido a la indicada ¿Por qué?

—Pensé que, ya no creías en lo que es la institución del matrimonio ¿Pero crees que tiene algún valor?

—Si, el matrimonio tiene valor, cuando eres mayor, mucho mayor. Como René, a ella le funcionó bien la segunda vez, era más madura.

—Si...quizás.

—¿No querrás tener que casarte porque te descuidaste?—dijo de repente.

—¿Qué?—pregunté atónita, confundió a lo que me refería.

—Tú sabes de lo que estoy hablando, hay cosas en las que debes pensar si vas a tener relaciones íntimas.—empezó haciendo una mueca y yo me moví.

—Okey, no quiero la plática.—pedí.

—Créeme esto es tan vergonzoso para ti como para mi.—alzó los brazos.

—Eso lo dudo, lo dudo bastante, y no te molestes porque lo hablé con mi tía hace diez años.

—Bueno, no tenías novio hace diez años.

—Te aseguró que todo, sigue igual.

—De acuerdo, entonces...ustedes se están cuidando y son precavidos.

Esto se puso muy incómodo.

—Papá, te pido que no te preocupes por eso, Edward es algo...anticuado.

—Anticuado, genial ¿A caso eso es un código o algo?

—¡Por favor papá! ¡Soy virgen!—alcé los pulgares con una sonrisa incómoda.

—Ay, ya, ya, ya, ya.—me calló poniendo sus manos en sus oídos, —Bien, me alegra que habláramos.

—¡Igualmente!—grité subiendo las escaleras directo a mi habitación.

—En serio es muy triste que no puedan comer nada, los helados son demasiado buenos.—dije mientras comía un helado en copa de fresa, era delicioso.

—Si bueno, los probé cuando aún era humano.—sonrió un poco.

—Lo bueno es que no podrás robarme del mío.—le saqué la lengua y escuché su risa, rodeó mi cintura por atrás mientras seguíamos abrazando.

—¿Lucecita?—escuché una voz, una voz que antes me encantaba escuchar.

Me paré en seco sin darme la vuelta, Edward supo que pasaba, supongo que habrá leído la mente de él.

Carajo ¿Qué demonios hace el aquí?

Edward me soltó despacio y yo me giré lentamente con los ojos cerrados, —Peter, hola ¿Qué tal?

¿Cómo mierda se supone que tengo que reaccionar al estar frente a mi ex con mi novio actual?

—¿Qué tal?—repitió irónico.

—Fue lo que dije.—mi voz sonaba normal, uy, así me gusta. No tengo que dejar intimidarme.

—¿Quién es el?—preguntó mirando al vampiro.

—El es Edward.—miré al aludido sonriéndole, no me iba a guardar nada, —Mi novio.

—Mucho gusto.—dijo Edward tratando de no reír ni darle golpes al chico.

—¿Tu novio?—preguntó irónico, —¿Qué demonios, Ashly? ¿Es en serio? ¿Tan rápido?

—Es mi vida, no tengo porque darte explicaciones.—espeté seria.

—Pero...Ashly acabo de dejar a Mady por ti, porque me di cuenta que te amo, mucho, muchísimo.—admitió.

—Que pena, nadie te dijo que la dejes, así como nadie te dijo que me dejarás a mi. Yo no soy segunda opción de nadie, que te quede claro, ahora nos perdiste a ambas, porque esa rubia no te va a perdonar nada.

—Hay que irnos.—intervino Edward empezando a caminar agarrado de mi mano.

—No ¡Tú no hablas por ella!—paró el chico.

—¡Peter! Ya basta, te estoy diciendo que te vayas, déjame vivir mi vida y no te quiero volver a ver ¿Entiendes?

Pero el no dejaba de ver a mi novio, y Edward le sostenía la mirada.

—Te estoy hablando.—volví a decir, esta vez logré que me mirase, —No tienes ningún derecho a venir a buscarme después de dejarme como una verdadera mierda ese día ¿Sabes? Me sentí horrible, ho-rri-ble. Sentí como si no fuera lo suficientemente buena para ti, o para alguna otra persona. Sentí que no valía nada.—empecé a acercarme haciendo ademanes, tal vez muchos, —Sentí que nunca podría volver a amar a alguien, me creaste esa inseguridad y me hiciste fingir como casi nunca lo había hecho. Por tu estupida decisión de no hablarme para decirme que simplemente ya no querías estar conmigo, no conté mis problemas, me los guardé. Y eso me hizo explotar de dolor cuando ya no me cabía más.—el me miraba sin decir nada, —Y no puedes venir a decirme toda esta mierda cuando por fin logré amar de verdad, cuando al fin encontré a alguien que de verdad me amara, cuando por fin entendí con claridad lo que es el amor. Y cuando por fin aprendí lo más importante, amarme a mi misma, y aprender a valorarme.—regresé con Edward, —No. Es. Justo. Con permiso, vuelve a Perú y mejor aprende a que no debes jugar así con la gente y debes aprender a tener un poquito más de amor propio, Peter. Tú no puedes tener a todas, creo que todas pueden tenerte. Pero yo no quiero volver a verte.

—¿Qué haces afuera? ¿Qué ocurre?—dijo Edward abriéndome la puerta de su casa un día antes de la batalla.

—Bueno, no puedo entrar a las casas como ustedes.—jugué con el asa de mi mochila.

—Ven.—abrió la puerta de la casa, me ayudó con la casaca y subimos a su habitación.

Antes de entrar me paró.

—Espera, me parece justo que yo también esté representado.—agarró mi muñeca y puso un dije de corazón de diamante.

—Es hermoso, gracias.

Me iba a sentar en el sofá cuando vi una cama, una cama muy hermosa.

—Una cama.—exclamé sorprendida.

—Pensé que querrías dormir.

—Un colchón de aire era suficiente.—me eché en la suave cama.

—¿Es demasiado?—sonrió divertido.

—No, es perfecto ¿Puedo preguntarte algo?

—Lo que quieras.

Okey, tengo que estar relajada, le voy a hacer la pregunta del millón, aunque ya sepa la respuesta.

—¿El matrimonio es la condición que pones para transformarme tú mismo?

Lo vi sonreír, antes de acercarse a mi y sentarse a mi lado, —Así es...

—Entonces, quiero negociar mis condiciones.

—Lo que tú quieras, es tuyo.

—No te conviene decir eso, pediría todos los chocolates del mundo.—sonreí antes de darle un pequeño beso y reincorporar la postura.

—Y yo te los traería.

El quería que tuviera todas las experiencias humanas, pero no estaba segura de lo que quería hacer.

—Tú quieres que tenga todas las experiencias humanas posibles.—miré mis manos, jugaba con la pulsera, —Sabes lo que significa...

—No quiero que tengas las que podrían llegar a matarte.

—Eso no pasará, y todos dicen que cuando cambie querré matar a toda la ciudad.

—Eso no dura para siempre, además es muy arriesgado.

—Puedes tratar, intentarlo. Iré a una universidad carísima y me compraré un auto, nos casaremos, pero inténtalo.

Solo me besó, agarró mi diminuto cuerpo y puso mi pierna sobre las de el, yo me aferraba a su camisa, la estaba arrugando por completo.

Luego el se puso sobre mi sin llegar a poner todo su peso, jugaba con mi polo, mis pantalones y con el collar que tenía puesto.

Yo solo agarraba su camisa y jugaba con su cabello, no me preocupaba por nada, aún teníamos tiempo.

Pero recordé lo que me dijo Charlie, y me separé, el igual.

—No esta noche.—dijimos a la par, reímos y nos sentamos.

—¿Cómo demonios se desabrochó tu camisa?—pregunté al ver como se abrochaba los botones.

—Tienes manos rápidas, yo tampoco me di cuenta.—sonrió.

—Já já, igual está bien, yo, voy a tratar de dormir.

—Créeme, te deseo más que a nada, pero quiero estar casado contigo antes.—me paró, eso fue tierno.

Un poco anticuado, pero tierno de todos modos.

—Me haces sentir como una villana que trata de robar tu virtud o algo así.

—No es mi virtud, es solo una regla que yo no quiero romper, es demasiado tarde para mi alma pero quiero proteger la tuya, sé que no es una noción moderna...

—No, no es para nada moderna, es algo anticuada.

—Yo vengo de otra era...todo era menos complicado, si te hubiera conocido entonces te hubiera cortejado, pasearíamos con chaperonas, tomaríamos té en el patio, te robaría uno que otro beso, pero después de pedirle permiso a tu padre...—se paró y se arrodilló, —Me pondría de rodillas...te hubiera ofrecido un anillo.

Abrió una caja y vi un hermoso anillo, un óvalo lleno de diamantes y diversas piedras relucía en la pequeña caja, me la entregó y yo ya no sabía ni respirar.

—Era de mi madre...Ashly Mendoza, te prometo amarte cada momento eternamente, ¿Me harías el extraordinario honor de casarte conmigo?

Yo no podía pronunciar palabra, creo que estaba alucinando.

—Si...—fue lo único que pude articular, lo vi sonreír y me levantó, me abrazó y me dio una vuelta en el aire, para luego besarme.

Agarré la aguja y corté un poco de mi dedo, la sangre roja salió y yo sobé el dedo con las cortezas de los árboles, lo hacía por todo lo que encontrara.

—Exageras un poco ¿No?—dijo Edward al verme.

—Si es en lo único que puedo contribuir, lo haré bien.—respondí viendo el corte.

—Volverás locos a los neófitos.—agarró mi mano.

—Está bien, no quiero incomodarte.—bajé mi muñeca y mi vi negar.

—No, a mi ya no me molesta.

—¿Desde cuando?

—Desde que pasé veinticuatro horas creyéndote muerta.—admitió y luego vio la mano donde no había algo que me dio, —No llevas tu anillo.

—No quería que se perdiera.

—O que Jacob lo viera.

—Creo que deberíamos decirle después de la pelea, es mi mejor amigo desde que tengo memoria y no quiero lastimarlo.

—Si has reconsiderado...

—No, jamás, ni lo pienses.—negué ante su loca idea, —Solo, quiero que tenga la mente clara.

—¿Qué mente no está clara?—llegó el lobo.

—No, la de nadie.—excusé.

—Alice dice que viene una tormenta.—informó Edward.

—Si, la siento, deberíamos irnos.—indicó Jake.

—Te veré en un par de horas.—dijo Edward besando mi frente y luego se fue/

—¿Pasa algo?—preguntó Jacob.

Vacilé un poco antes de hablar, —Unos vampiros quieren matarme.

—La vieja historia.—rió y luego me cargó.

Luego de muchas horas, llegamos a la cima de una montaña, donde Edward me esperaba.

—Hola.—me abrazó y luego se volvió hacia Jake, —Gracias.

—Debes volver antes de la tormenta.—informé

—Me voy a quedar.—decidió, —Mi conexión a la manada ayudará a saber todo lo qué pasa.

—¿No pelearas?—pregunté.

—Seth me reemplazará mañana, no quiere perderse la acción, pero no se meterá en problemas.

—Vamos adentro.—Edward me llevó hacia el interior de la tienda.

Ya era de noche y la tormenta de nieve había empezado, yo estaba helándome, podría darme hasta hipo termina, aunque tenga muchísimas mantas no lograba conseguir calor.

—Demonios.—me quejé al sentir una nueva ráfaga de frío.

—Debí escoger un punto más bajo.—lamentó el cobrizo.

—No es...nada.—castañetearon mis dientes, —Estoy bien.

—¿Qué puedo hacer?

La carpa se abrió y por ella entró Jacob, —No me deja dormir con el castañedo de sus dientes.

—Olvídalo.—dijo Edward, no supe por qué.

—Algún día necesitará sus dedos, y acéptalo, soy más caliente que tú.—trató de acercarse a mi pero Edward le puso una mano en su hombro, —Quítame la mano de encima.—gruñó

—No vayas a tocarla.—advirtió el vampiro.

—No sean...unos bebés.—dije como pude.

—Si algo le sucede será tu culpa.—sentenció Jacob.

Edward asintió y Jacob se puso a mi lado, me moví hacia el, estaba cálido.

—Te estás congelando, tranquilas entrarás en calor pronto. Sería mejor si te quitaras la ropa.

—Jake...—pedí.

—Supervivencia básica.—respondió sin más.

¿Si estaba dormida? Claro que no, pero se venía una conversación entre Edward y Jake, lo sentía. Y no me perdería de eso

—Oye, sé que está enamorada de ti.—escuché a Jacob decir.

—Que bien.—dijo Edward, notaba en su voz una molestia, frustración y desesperación.

—Pero también lo está de mi, aunque ella no quiera admitirlo.

¿Cómo dijo?

—No sé si sea verdad.

—Déjame preguntarte algo. Si ella me escogiera...

—No lo hará.

—Si lo hiciera...¿Tratarías de matarme?

—Es una idea interesante...pero no, no la heriría así.

¡Aw! Por Merlín, que tierno

—¿No? Solo la convertirías en una chupasangre como tú.

—Yo no quiero eso, jamás quise eso.

—Detenlo entonces.

—Lo intenté, la dejé.

Oh claro que lo hizo.

—Que pronto te rendiste, si te hubieras alejado otros seis meses, yo la hubiera hecho feliz. Créeme, tienes que considerar qué tal vez yo sea mejor para ella que tú.

¡No!

—Claro que lo he considerado, se que la puedes proteger, y que le puedes dar una vida humana y es todo lo que quiero para ella...pero, yo no voy a aforrarla a hacer nada, nunca más. La última vez que lo hice, casi nos matamos.

—Si, me acuerdo bien...¿Cómo te sobrepusiste...a la idea de que... hubiese... muerto?

—No puedo explicarlo...pero no se lo deseo a nadie. Puede que suene raro, pero me alegra que estés aquí.

Oh claro que suena raro.

—Dices que aunque quieras matarme que bueno que le de calor ¿Verdad?

—Si no fuéramos enemigos naturales, y no tratarás de robarme mi única razón de existir, tal vez me agradarías.

—Pues...si no estuvieras tratando de chuparle la sangre a la chica que amo, tal vez...no, eso jamás.

Los oí reír un poco, traté de no sonreír.

—Ella podría...cambiar de opinión.—siguió Jake.

—La dejaría ir.

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